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domingo, 23 de octubre de 2011

Todo fue natural. Para su desgracia.

De repente este hombre
se embriagó con el aroma
dulce de un perfume
de fresas y café.

Y entre taza y mano,
boca y sorbo,
fue descubriéndose desnudo,
ante la vulnerabilidad de un nuevo amor.

No sólo fue él quien lloró.
No sólo fue él quién sintió.
Pero ¿quién controla tus vicios,
Musa de la vida?

De repente sólo fue humano.
Queriendo sentir lo que en años no sentía.
Todo fue natural.
Todo para su desgracia.

¿Pero qué será de la inexistencia,
si de repente no quiere sufrir?
Este dolor, aunque profundo,
sabe tan dulce como el amanecer.

Su mano que dibujaba una boca,
los labios de ella que pintaban su corazón.
¡Adiós! calor de los cuerpos.
Hola invierno de la reconciliación.

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