Buscar en este blog

domingo, 1 de mayo de 2011

Archivo adjunto

Cuando tuve lo oportunidad de escribir algún verso triste, no lo hice.
Tal vez por miedo a mí, miedo a la tristeza, miedo a encontrarme de nuevo en el agujero oscuro de la desesperación, de la noche, del llanto sin cesar.
Ahora quiero desahogarme, por la pena que siento por mí, por lo que una vez sufrí y callé, por todo lo que no grité y que debía decir. Por todo aquello que me hicieron...
¿Cuánto tiempo sin calor, cuánto sin abrigo? Incluso llegué a pensar "¡éste es mi fin, mi hora!", me abandoné a la vida, que el viento hiciera lo que quisiera conmigo: estaba cansado de luchar.
Ahora tengo la luz, tengo la vida. Me ha sido devuelta la capacidad de amar. Estoy lleno de felicidad, de buenos momentos.
Y es ahora cuando pienso en la pobre moral, que así se le llama, en mi pobre dignidad. En todo lo que dejé por complacer un capricho ajeno. Y sé que no luché cuando debía.
Ahora soy otro, muy distinto al ayer. Soy nuevo, tengo la gracia de vivir por delante. Tengo el arte de mi lado, al amor acompañándome.