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miércoles, 10 de junio de 2009

La Isla Tecnológica

“La característica más sobresaliente del hogar Tierra consiste en su capacidad innata para sostener la vida. Como miembros de la comunidad planetaria de seres vivos, nos corresponde comportarnos de tal modo que no perturbemos esa capacidad innata: éste es el significado de la sostenibilidad ecológica”. (Capra)

La supervivencia de las redes humanas ha sido colocada muy por encima de otras necesidades globales. Un ejemplo de ello es la cantidad de combates y guerras que aún tienen lugar en muchas partes del planeta, la gran mayoría para defender intereses particulares. Además, conforme se va evolucionando en la línea de la historia, se incorporan nuevos descubrimientos para cumplir con toda clase de individualidades.
Y cuando se habla de individualidades, no necesariamente se refiere a una petición de un único ser, sino a un grupo de personas, millones inclusive, que para satisfacer algún capricho, recurren al medio más rápido, aunque no sea el más factible ni limpio. Como ocurre con la contaminación, se sabe que uno de los principales actores son los automóviles, cuya combustión libera una gran cantidad de dióxido de carbono. Esta realidad para nadie está escondida, pero todos hacen caso omiso, ya que algún cambio de tecnología implicaría una inversión económica monumental. Un sacrificio inestimable para cualquier compañía automotriz.
Inmediatamente, se hace notar otra tendencia narcisista: el dinero. El grado de provecho de un cambio científico está medido por su costo monetario, cualquier innovación que no retribuya a corto plazo el capital invertido, es desechada del amplio espectro inversionista. ¿Por qué? J. Estefanía plantea la respuesta: “¿Por qué? Porque el mundo de las finanzas se ajusta como un guante a las condiciones de la revolución tecnológica: es inmaterial, inmediato, permanente y planetario”.
Al mencionar la línea de la historia, hace una cuántas líneas, hago referencia a los cambios tecno-evolutivos del hombre, pues conforme pasan los años, se adquieren nuevas capacidades para manejar el contexto con los desarrollos tecnológicos. Al pasar de una revolución a otra, los inventos de la época definen las reglas de dichas revoluciones, de este modo, en la actualidad el universo se rige por la revolución tecnológica. Asimismo, en nuestros días, los cambios están orientados a invertir la mayor cantidad de dinero en descubrimientos que simplifiquen la vida de los seres vivos pensantes -al ser éstos los únicos con la capacidad de usarlos-, todo ideado como la solución a nuestros conflictos.
A pesar de todo, esta concepción no es una novedad. Rifkin hace mención a la fantasía humana:

“Durante más de un siglo, los soñadores utópicos, así como los hombres y mujeres dedicados tanto a disciplinas científicas como artísticas, han planteado un mundo futuro en que las máquinas sustituirán a los seres humanos, creando así una sociedad sin trabajo plena de abundancia”.

Sin embargo, este planteamiento deja un vacío que por todos los siglos ha aguijoneado la conciencia de todo aquel que la posee: somos infelices. Existen casi tantos televisores como humanos en el planeta, se dijo que la pantalla sería el punto de reunión familiar, que todos gozarían de una vida sin problemas... y desde que apareció la “caja chica”, ha crecido exponencialmente el número de divorcios, por la mera causa de “no encontrar un punto en que ambas partes se pongan de acuerdo con el uso de la televisión”.
Podrá existir un seguro de vida, un clon de cada uno, que nos asegure órganos limpios y funcionales para cuando alguno de los propios falle, que nunca se alcanzará la plenitud de la vida. No mientras las innovaciones estén mediadas por la codicia y el beneficio propio, no mientras se adopte un modelo de verdadera convivencia. Los avances tecnológicos podrán ayudar a construir el mundo que queremos, pero no son más que uno de los medios a usar en el largo camino de la equidad.

viernes, 5 de junio de 2009

Gente de papel

Quisiera ser de papel, como la gente de celulosa, con sonrisa de tinta y con palabras pegajosas.
Viajar a Miami con setecientos dólares, comprar una casa con la plata del banco, tener un auto último modelo para viajar por la ciudad como yo quiero.

Y es que ya en este mundo me he dado cuenta de lo frágil que soy, de la confianza que pongo en el corazón ajeno, de la mentalidad del que llamo amigo y que en un instante me deshonra con su cuchillo.

Ya no quiero vivir más la vida de los comunes mortales... Quiero ser feliz, tener la dicha de las personas de papel.

Sonrisas grandes, familias unidas, esposas contentas y maridos fieles... qué dichoso ese mundo, el de los humanos de imprenta...