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jueves, 25 de febrero de 2010

Pienso y siento demasiado

Es eso, es mi naturaleza. Tal vez mi madre leía la enciclopedia, veía NatGeo o comía mucha proteína. O el doctor me dejó caer cuando nací, por sí vine al mundo en una zona incómoda del hospital, y al golpearme se me revolvieron las neuronas. Yo que sé.

Lo cierto es que puedo ver cuando alguien me miente, me persigue, me odia. Siento las debilidades del otro, sus temores, sus pensamientos.
Puedo mirar a través de los ojos y descifrar las intenciones, las pasiones, sentir la misma felicidad y compartir las lágrimas. Puedo tomarlos de la mano y entender por qué huyen, cómo aman y qué piensan de mí.

No lo sé, todo eso vino conmigo. Lo amo y lo odio, me gusta y lo detesto. A través de ese "don" he hallado pasiones, amores, amigos, pero también me he enterado de las peores acciones, contra mí, mi familia, mis amigos, el mundo.

Tal vez todo sea obra de colocar bien un par de frases, dos palabras siquiera, y así me enlazo con los demás. Bastante raro, puesto que soy muy tímido.

Claro, si se trata de mí, para mí, por mí... apenas puedo presentir la felicidad y cuándo un día será diferente. Me siento enajenado de las capacidades receptivas del resto de humanos, que pueden percibir las miradas furtivas, los toques provocados... todas esas señales divinas. Como todo don, me fue dado para aplicarlo en el prójimo, a manera de complemento ante mi carencia de perspicacia.

Pienso demasiado, en todos los detalles, para prevenir contratiempos. Y, para colmo, puedo sentirlos. Pero así soy, qué le puedo hacer.

P.D.: A la fecha de esta publicación, ese don me señaló que algo magnífico me podía pasar. Y así fue.

Al fin, despierto.

Cuando el alba despunta sus últimos colores,
cuando apenas despertaba de mi sueño.
Incluso la lluvia trató de arrastrarme al olvido
y el frío de detener mi corazón.

Es entonces cuando entre las nubes
un tenue rayo apunta a mi cara,
dándome el calor de otros días
y la brisa trae el aroma de los robles.

Justo cuando parecía que ya nadie
me iba a sacar de mi propio abismo.
Aparece un ángel que lucha contra la adversidad
y la vida es de nuevo vida, y el Sol es de nuevo Sol.

No sé a dónde me llevará su suave mano,
no sé si la guío yo. No me importa,
estoy dispuesto a aprender a su lado
y a enseñarle quién soy.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Cuándo dejará de suceder?

Nada más que sueños... Fue un impulso, no lo había pensado, no creo que ella lo haya hecho, simplemente hubo una especie de campo, como una atracción magnética, que hizo que se encontraran nuestros labios. Fue así como recordé el dulce sabor de un beso.

Cualquier puritano creyente de la causa-efecto, o de los simples desvíos mentales del humano, diría que estar en ese ambiente tan hostil como salado junto a esos hombres-pirata con sobrepeso habría impulsado a mi subconsciente a buscar algo más profundo y placentero que el olor a carne putrefacta que despedía el local que los hombres gordos administraban. Todo eso sumado a mi sensible estado emocional producto de una soltería más larga de lo que esperaba (no lo puedo negar, soy un romántico).

De lo que sí estoy seguro es que, al día siguiente, fui en busca de la amante extranjera y, de nuevo, como guiados por un instinto, nuestras bocas se unieron bajo el calor de la pasión... hasta que la almohada no resistió tanto derroche de cariño y se tiró de mi cama.

No fue para tanto, mi paciencia aún no llegaba a su límite. Tan sencillo como tomarla de nuevo, dejar que mi cabeza la hiciese adoptar una forma cómoda y a soñar de nuevo... Pero la suerte, si es que tal existe, hizo que el despertador sonara: ¡ni modo! ¡A entregarse al mundo con su antagónica rutina!

Es entonces cuando pienso: "¿Cómo habrá tocado Susana en el concierto?
¿Cuál Susana? ¡Cómo cuál, la única que conozco! ¿Pero de ella no sé nada hace bastante? Es porque hoy te visitó en sueños ¿Es la misma desconocida de la playa? No lo creo, pero sé que hubo otro sueño, y, a pesar de tu voluntad, la veías".

Aquí retumban las palabras de una conocida amiga: "Si posees una expectativa, es porque aún sientes algo".
Es como una esquizofrenia. Piensas que estás bien, pero un día una simple palabra, un hecho insignificante, cotidiano, puede volverte loco. Es así como me siento.

¿Aún la quieres? Sigue siendo la pregunta.
¡No!, grito yo, pero los sueños me traicionan.
Ya no quiero esta mierda, podría pensar,
pero una roca entendería más que el corazón de un idiota.

Es una locura quieta, sigilosa.
Nadie la escucha, ni siquiera yo,
pero un día de tantos me doy cuenta de que la llaga es más grande.
Más profunda.

Adquiero más conciencia, más saber, más sabiduría.
Pero mi corazón cada día se muere, un poquito más,
como si, luego de escalar por tanto tiempo,
hubiese resbalado y cayera de nuevo en el foso del dolor.

domingo, 14 de febrero de 2010

... y feliz San Valentín...

Como un loco, bailando
creyendo que la música habla de mí.
¿Por qué no, nena?
¿Acaso existe algo en mí que te recuerde?

Té para tres. Quién diría.
Un lunático, viendo la luna,
pensando en otra oportunidad como aquella,
una nueva vivencia, entre brazos, lleno de calor.

Así es como quiero vivir,
enamorado, entre besos,
viéndola a los ojos
y grabar para siempre en mi memoria su color.

Pero ahora no es a mí a quién duele.
Cuando la tarde caiga de nuevo,
en el mismo lugar, en el mismo sitio,
un suspiro, no mío, contará la historia.

Cuando pasa tanto tiempo,
te ríes de ti mismo.
Cuánto lloraste, cuántas preguntas.
Creyendo nunca salir de ahí.

Luego aparecen nuevos colores,
nuevos aromas, otras flores,
que te recuerdan lo maravilloso que es avanzar.
Lo maravilloso que es amar.

¿Me detesta? ¿Me ama?
¿Piensa en mí? ¡Ya qué importa!
Escribiré versos en mi corazón,
con el nombre de otra persona.