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domingo, 8 de abril de 2012

Cierra bien la puerta

El frío que entraba no hacía más que aumentar la tristeza. Las lágrimas que tras un largo paseo veraniego, volvían para confundirse con la lluvia.

No vengas a tomar las manos como si nada. Porque sabes que estás bien. Pero cuando yo despierte, no sabré a dónde he ido, no sabré por qué me he vuelto loco. No sabré qué hacer.

¿Trastorno límite? Estar feliz y de repente mandar todo a la mierda, porque se sabe que se ha fingido hasta no poder más, como buen humano que trata con fortaleza los asuntos que sabe traen abajo su solipsismo, y cede ante la debilidad que el espíritu, o la carne o la falta de una mente entrenada, permite entrar en su existencia.

Y todos tan despiertos. Sin negar, sin pretender ser, pero siendo más de lo que siempre imaginó, entonces aceptará lo que ve y lo que no tiene, lo que le rodea y lo que se escapa. Y entonces, sólo entonces, llorará y será feliz.

Pero, por favor, al salir de esta maldita vida, cierra bien la puerta, que hace frío.

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