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jueves, 15 de marzo de 2012

La risa que te...

Podría ponerme cursi y escribirte una canción, diciéndote cuánto te extraño, cuánto haces falta aquí y cuánto deseo verte.
Podría ponerme triste y escribir un soneto o dos, o un epitafio largo, ahora que no estás.
Podría ponerme odioso y escribirte que ya no te necesito, que ya no perteneces aquí y que me alegro de que te hayas ido.
Pero no lo sé. Ahora no lo sé. No sé qué escribirte.


¿Recuerdas su risa, Luis? ¿Hace cuánto ya de eso? Un año, dos, tres... tal vez más.
Era aquella risa polifacética, risa de burla, risa de diversión, risa sarcástica, risa de... ¿de qué más puede ser una risa?
Sí Luis, sé que la recuerdas. Recuerdas también sus ojos que, con una mirada, sabías bien que no era una persona de fiar. Pero también eran atrayentes y te gustaba... te gustaba que fuera mala.
Lo sé muy bien.
Sé que recuerdas, incluso añoras, sus labios. Su boca al arquearse vulgar, casi asquerosa, para escupir una carcajada que podía incitar a la risa, al pudor, al odio, a la ira, al...
Porque sé que muchas veces debió reírse de ti. Es decir, nadie se escapa de eso, ni siquiera sus tutores.
Sí Luis, lo sé.
Recuerdas aquellos días festivos. Las fiestas de la zona, ahí fue la última vez que viste su risa, que la oíste, que la sentiste... porque sé que uno siente esa risa, le recorre el cuerpo y quema...
Eran aquellas fiestas... La gente aprovechaba para ahogar toda la burocrática rutina de sus vidas en prácticas no salubres: comida grasienta y de origen dudoso, bebidas embriagantes y fogatas y quemas que daban calor a los ebrios que no llegaban a casa. Lo sé, porque eso es lo que ocurre de este lado de la vida.
Había música todo el día, toda la noche. Nadie era de nadie, todos venían de todo lado, nadie era desconocido ¡Benditas celebraciones que por unos días esfuman las barreras que el propio ser humano ha impuesto!
Pero todo era porque el pueblo se deshacía de su mente enajenada, que siempre ha sido así. Tú también lo sabes, Luis.
Yo, al igual que tú, sé que esa noche no fue excepción para las fiestas y tú, al igual que ella, dieron uso habitual al ambiente, a la comida y a la bebida.
Sé también lo que sucedió luego, Sé que llegaste y acechaste, sé que sentiste su risa, que la besaste y dormiste -sólo dormiste- junto a ella. Antes de mí. Antes que cualquiera.
Hay algo que admito, como siempre admito mis carencias. No sé si sólo compartiste el sueño con ella, o si el asunto fue a más. Este es el día que lo desconozco, únicamente puedo hacer conjeturas, y preguntar ya no tiene sentido. Prefiero no saber eso, o imaginar que sólo dormiste, nada más... El calor de sus brazos, eso se extraña...
Y luego su risa. Y quisiste morir por esa risa. Sé que no hubo más intercambios ni palabras en el último día de fiesta, tal vez alguna mirada casual, pero nada más.
Para sonrojo de ambos, y para gracia mía -lo admito-, sé que todos los vieron, que hay testigos de ello y que luego todos se extrañaron por la actitud de ambos. Me río Luis, me río.
Luego no se vieron más, Luis. No más. Y sé que tal vez sufriste un poco, al recordar su risa.
Murió para ti, Luis. Como alguna vez murió para mí y para muchos otros. Sé que murió... al menos para ti...

Te diría que sé lo que pasó y que no me importa.
Te diría que tal vez te amó, que lloró y que ya no le importa.
Te diría que sabes que me quieres, que lo odias y que ya no te importa.
Pero sólo sé que no sé. Ahora sólo te diré que no sé qué decirte.

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