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lunes, 14 de noviembre de 2011

No me pidas que sea tu amigo

Las cortinas se corren lentamente,
las estrellas se lucirán pronto.
Yo posiblemente trate de mirarlas,
tal vez me digne, tal vez no.
Ellas tienen más orgullo que yo,
que posiblemente llore al verlas.

Otro poema escrito.
Otra lágrima más.
¿No bastó verme destruido frente a ti?
De tu boca no salió nunca un sentimiento.
La gente, a medida que camina sobre la vida,
espera ver un horizonte.
Yo no vislumbraba nada, pero luchaba por divisar
aunque fuera un trozo de isla. Pasaron los días
y nunca encontré nada, Terminé ahogándome en el mar,
de la duda y de mi propio llanto.

¿Cuántas veces te lloré? Muchas, mujer.
Muchas noches, algunos días.
Me robaste la calma, me jodiste.
Yo que traté de ser el mejor para ti,
tú que resultaste ser muy dañina.

No.
No me pidas que sea tu amigo.
Porque ahora todo tiene un sentido distinto.
La Luna ya no sólo es Luna,
ahora es Luna que me recuerda a ti.
Las Estrellas no sólo serán Estrellas,
serán destellos que también te miran a ti.
La Noche, mi confidente, me traiciona al
recordarme tus secretos.
El Crepúsculo, que antes me acercaba a tu presencia,
es más bien ahora testigo de este fin.

No me pidas que sea tu amigo.
Soy de los que entregan todo
y esperan que todo se reciba.
Pero por dar todo de mí,
también mi corazón tiene profundas heridas.
¡Entiende que compartí todo lo que creí sagrado!
¡Entienda que no sabía que existía alguien así!

No me pida que sea su amigo.
Porque ahora me toca estar bien conmigo.

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