Buscar en este blog

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cuando Manuel moría.

Toda una vida tratando de ser diferente.
Muchos años buscando las imperfecciones para corregirlas.
Soy muy duro conmigo cuando me equivoco.
O cuando sé que me comporté igual que un idiota.

Y ahora me pregunto si tanto empeño valió la pena.
¿Quién es el encargado de valorar esas cosas?
¿Quién, mejor dicho, es el encargado de dictar las normas?
¡No les importa ver cómo la llama de una vida se apaga!.

Porque vida no es respirar. Vida es ser,
aunque sea un instante, ese instante será la vida.
Y toda mi existencia me dediqué a ser otro.
Pero nadie parece notar la diferencia.

¿Acaso se necesitan más? ¿No basta con uno?
No puedo ser mil. Sólo tengo dos manos y una cabeza.
Además, veo al vecino y no quiere hacer nada.
Sólo excusas, es evidente: me iré y nadie se dará cuenta.

Cuando muera estarán todos presentes.
Como ángeles errantes, velando mi descenso.
Pero ninguno sospechará lo que he sido.
¡Para qué tanta cosa, hipócritas, si nadie supo quién era!

Quise reformar la familia,
pero el escudo del orgullo me lo impidió.
Quise otra escuela,
pero el rechazo de los otros limitó mi osadía.

Quise otro país,
¡pero el dinero y la burocracia de cinco siglos
son más fuertes que la voluntad de un solo hombre!
Cinco siglos e igual...

Quise su amor,
pero las apariencias valen más que el cariño,
pero mi posición no puede costear el precio de su corazón,
pero siempre seré sólo su amigo.

Morir no es desaparecer, morir es dejar,
aunque sea una sonrisa, esa sonrisa quedará.
Les dejo estas palabras, ¡oh generaciones injustas!
Para que alguno de ustedes continúe esta vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Los comentarios son bienvenidos! Pero, por favor, sigue las normas de urbanidad.