Todos tenemos una herida.
Muy profunda, allá dentro, muy escondida.
Está en el fondo, no se puede ir más abajo.
Esa herida lacera y quema el corazón.
A través de ella piensas, y respiras,
y hablas y vives.
Esta herida te enseña a abrazar la Cruz.
Es la que te dicta quién te gusta,
es la que aparta a las personas nocivas.
Tú decides, quién podrá estar ocupando
el espacio que hay dentro de la herida.
Demonios o Jesús, o Dios y su dicha.
Mujeres dañinas, hombres abusivos
que nunca aprendieron a mirar su herida.
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