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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Como si fuéramos perros

¡Qué triste y  patético! Ojalá se castigara la actitud de las personas...

Ves a un latino, a cualquiera, que habla igual que vos, que come lo mismo, casi del mismo color, con las mismas raíces y que no vive muy lejos. Tal vez esté sudado y sucio de tanto trabajar, de tanto vender en la calle, de tanto concreto mezclado, de tanta tierra levantada, de coger tanto café, de limpiar tanto la acera del frente de tu casa, de preparar lo que comes todos los días. Así, en jornadas de 25 horas,  8 días a la semana, así, como animal.

Y lo miras con asco. Con repudio, con odio. Deseas que se lo trague la tierra, que se muera ahí mismo frente a ti, que se lo lleve migración o la policía o llegue alguien y le pegue un tiro. Y piensas que es un tipo sucio, que le hace daño a tu país, a tu gente y a ti.

Pero si llega un gringo, un macho, "una natilla", feo, cabrón, corrupto, contaminante, ladrón, hijo de puta, si llega con su caminado raro, su pose de poca humildad, su lenguaje extraño, su mirada altanera. A ese sí le abres la puerta, le das comida, le sobas las bolas y lo tratas como a un dios.

Qué lástima me das, qué asco. Te escupes a ti mismo y después andas presumiendo, con la flema embarrada en toda la cara.

Latino de mentiras, Malinche, mal indio. Pero esa cara de criollo vulgar no te la puedes quitar, aunque te la fulminen a balazos.

Y "feliz mes de la patria", cabrones.

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